VICTOR MORENO
Condenar el franquismo
* Víctor Moreno
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Última actualización 18/01/2011@17:36:30 GMT+1
Tras la guerra mal llamada civil, existieron tres niveles o bloques de participación en el entramado franquista de postguerra. Una primera actitud caracterizaría a quienes se adaptaron a la situación creada sin ningún tipo de alarde. Una segunda, pertenecería a los que se “adhirieron” a los postulados del “nuevo orden”. Y una tercera, estaría formada por aquellos que formaron parte activa del entramado franquista con todas las consecuencias.
nuevatribuna.es
18.01.2011
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Mi perplejidad de hace años sigue sin marchitarse ante la actitud de ciertos políticos, nietos, hijos y linaje de cualquier signo familiar de padres y abuelos franquistas, que, imperturbable el ademán, siguen manteniendo que el franquismo fue lo mejor que, desde los Reyes Católicos, le sucedió a España en toda su historia. O más alucinante aún: que consideren a Franco, no sólo como un regalo de la providencia divina, como ya nos advirtieron obispos y cardenales de la Iglesia, sino, también, como una figura histórica tan necesaria como inevitable.
Son consideraciones atroces que las mantienen personas que se hinchan como las ranas de los cuentos cuando traspuestos dicen, encima, “nosotros los demócratas”. Pero, ¡leñes!, ¿cómo se puede ser demócrata y seguir aceptando al mismo tiempo que el franquismo y aquel hijoputa de general fue un regalo de la providencia? ¿Cómo se puede ser demócrata y justificar al mismo tiempo cuarenta años de dictadura?
No sólo eso. Siguiendo la ola de revisionismo deleznable que nos invade, algunos pretenderán dar un golpe interpretativo a la misma historia. De tal modo que estos galopines del falangismo irredento no tendrán empacho en afirmar que el golpe de estado de los generales africanistas no fue un acto fascista contra un régimen democrático, porque, según estos demócratas de ahora, no existía dicho régimen, asegurando que lo que hubo fue un golpe militar contrarrevolucionario contra una revolución antidemocrática. Que es lo que mantiene hasta el cardenal Cañizares, académico de la Historia, que ya son ganas.
Todo ello muestra que esta gente ha sabido muy bien el justo alcance que tiene la palabra democracia. De ahí que jamás aceptasen el sistema parlamentario, ni, menos aún, la soberanía popular. En realidad, la soberanía popular se la han pasado siempre por el arco secular de su desprecio hacia el proletariado, la gente sencilla y pobre. El humus de su pensamiento sigue siendo netamente franquista, o lo que es lo mismo, fascista.
Tras la guerra mal llamada civil, existieron tres niveles o bloques de participación en el entramado franquista de postguerra.
Una primera actitud caracterizaría a quienes se adaptaron a la situación creada sin ningún tipo de alarde. Una segunda, pertenecería a los que se “adhirieron” a los postulados del “nuevo orden”. Y una tercera, estaría formada por aquellos que formaron parte activa del entramado franquista con todas las consecuencias.
El primer bloque se acomodó al franquismo sin más, con más pena que gloria, pero se acomodó. Haría lo mismo ante la democracia. Es la franja social que se empeñará en vivir lo mejor posible, sin meterse en problemas y en política, adicta al principio de que “mientras haya para comer, ¡para qué cambiar!”. No fue víctima, ni verdugo, pero tampoco protestaría por la existencia de los primeros, ni de los segundos.
El segundo bloque se integró al bando democrático, porque, según se dice, no tuvo más remedio. Técnicamente, lo denominan “franquismo sociológico”. Se trata de un grupo peligroso, porque, dada su latencia ideológica, en cualquier momento estaría dispuesto a apoyar cualquier golpe o dictadura, o gobiernos autoritarios. Aceptó la democracia, como habría aceptado el golpe de Tejero si éste hubiera triunfado.
El tercer bloque formó parte activa y militante de una de las dictaduras más brutales, dañinas y duraderas que se ha conocido en España. Fueron sus autores directos. Algunos de ellos –el difunto Campmany, por ejemplo- no tendrían inconveniente en reconocerlo, sin avergonzarse lo más mínimo de este linaje; y otros – como el periódico “Diario de Navarra”, aunque no presumirán de franquistas, tampoco han tenido la valentía de condenar aquella barbarie y reconocer el apoyo público y sin fisuras que prestaron al dictador.
En mi opinión, no se puede ser demócrata y pensar al mismo tiempo que el franquismo fue bueno para España, o una etapa necesaria e inevitable. En estos momentos, una fase de absoluta decadencia política e ideológica, poco faltará para que alguien se declare franquista y el resto le aplauda el gesto. Tener íntimas convicciones franquistas y declararse demócrata es más habitual de lo que parece. Es el ámbito político por excelencia en el que se mueve el pensamiento de gran parte del PP, y de la derecha navarra, ni digamos. Y aquí es donde el agravio comparativo se vuelve tan cruel como injusto. Porque, si “el nacionalismo es incompatible con la democracia” (Vargas Llosa dixit), ¿cómo se puede ser demócrata teniendo convicciones franquistas?
Si esta derecha montaraz y este socialismo de salón exigen a los nacionalistas radicales que renuncien a la violencia para entrar en el club selecto de los demócratas, ¿cuándo pedirán lo propio a todas esas instancias, individuales y colectivas, que no han renunciado públicamente a su intrínseca ideología franquista? Al fin y al cabo, ¿por qué hemos de creer que los del PP son demócratas si en ningún momento renegaron de la dictadura más bestial e injusta que ha padecido España? Y de la Iglesia habría que decir lo propio: ¿cuándo la Conferencia Episcopal ha condenado el franquismo y su connivencia con dicho régimen?
Declararse nacionalista te convierte de hecho en sujeto sospechoso. En cambio, puedes ser el demócrata más estupendo de este mundo y seguir manteniendo íntimamente que el franquismo fue una etapa necesaria para salvar a España de la barbarie y del comunismo. Ya.
Condenar el franquismo
* Víctor Moreno
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Última actualización 18/01/2011@17:36:30 GMT+1
Tras la guerra mal llamada civil, existieron tres niveles o bloques de participación en el entramado franquista de postguerra. Una primera actitud caracterizaría a quienes se adaptaron a la situación creada sin ningún tipo de alarde. Una segunda, pertenecería a los que se “adhirieron” a los postulados del “nuevo orden”. Y una tercera, estaría formada por aquellos que formaron parte activa del entramado franquista con todas las consecuencias.
nuevatribuna.es
18.01.2011
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Mi perplejidad de hace años sigue sin marchitarse ante la actitud de ciertos políticos, nietos, hijos y linaje de cualquier signo familiar de padres y abuelos franquistas, que, imperturbable el ademán, siguen manteniendo que el franquismo fue lo mejor que, desde los Reyes Católicos, le sucedió a España en toda su historia. O más alucinante aún: que consideren a Franco, no sólo como un regalo de la providencia divina, como ya nos advirtieron obispos y cardenales de la Iglesia, sino, también, como una figura histórica tan necesaria como inevitable.
Son consideraciones atroces que las mantienen personas que se hinchan como las ranas de los cuentos cuando traspuestos dicen, encima, “nosotros los demócratas”. Pero, ¡leñes!, ¿cómo se puede ser demócrata y seguir aceptando al mismo tiempo que el franquismo y aquel hijoputa de general fue un regalo de la providencia? ¿Cómo se puede ser demócrata y justificar al mismo tiempo cuarenta años de dictadura?
No sólo eso. Siguiendo la ola de revisionismo deleznable que nos invade, algunos pretenderán dar un golpe interpretativo a la misma historia. De tal modo que estos galopines del falangismo irredento no tendrán empacho en afirmar que el golpe de estado de los generales africanistas no fue un acto fascista contra un régimen democrático, porque, según estos demócratas de ahora, no existía dicho régimen, asegurando que lo que hubo fue un golpe militar contrarrevolucionario contra una revolución antidemocrática. Que es lo que mantiene hasta el cardenal Cañizares, académico de la Historia, que ya son ganas.
Todo ello muestra que esta gente ha sabido muy bien el justo alcance que tiene la palabra democracia. De ahí que jamás aceptasen el sistema parlamentario, ni, menos aún, la soberanía popular. En realidad, la soberanía popular se la han pasado siempre por el arco secular de su desprecio hacia el proletariado, la gente sencilla y pobre. El humus de su pensamiento sigue siendo netamente franquista, o lo que es lo mismo, fascista.
Tras la guerra mal llamada civil, existieron tres niveles o bloques de participación en el entramado franquista de postguerra.
Una primera actitud caracterizaría a quienes se adaptaron a la situación creada sin ningún tipo de alarde. Una segunda, pertenecería a los que se “adhirieron” a los postulados del “nuevo orden”. Y una tercera, estaría formada por aquellos que formaron parte activa del entramado franquista con todas las consecuencias.
El primer bloque se acomodó al franquismo sin más, con más pena que gloria, pero se acomodó. Haría lo mismo ante la democracia. Es la franja social que se empeñará en vivir lo mejor posible, sin meterse en problemas y en política, adicta al principio de que “mientras haya para comer, ¡para qué cambiar!”. No fue víctima, ni verdugo, pero tampoco protestaría por la existencia de los primeros, ni de los segundos.
El segundo bloque se integró al bando democrático, porque, según se dice, no tuvo más remedio. Técnicamente, lo denominan “franquismo sociológico”. Se trata de un grupo peligroso, porque, dada su latencia ideológica, en cualquier momento estaría dispuesto a apoyar cualquier golpe o dictadura, o gobiernos autoritarios. Aceptó la democracia, como habría aceptado el golpe de Tejero si éste hubiera triunfado.
El tercer bloque formó parte activa y militante de una de las dictaduras más brutales, dañinas y duraderas que se ha conocido en España. Fueron sus autores directos. Algunos de ellos –el difunto Campmany, por ejemplo- no tendrían inconveniente en reconocerlo, sin avergonzarse lo más mínimo de este linaje; y otros – como el periódico “Diario de Navarra”, aunque no presumirán de franquistas, tampoco han tenido la valentía de condenar aquella barbarie y reconocer el apoyo público y sin fisuras que prestaron al dictador.
En mi opinión, no se puede ser demócrata y pensar al mismo tiempo que el franquismo fue bueno para España, o una etapa necesaria e inevitable. En estos momentos, una fase de absoluta decadencia política e ideológica, poco faltará para que alguien se declare franquista y el resto le aplauda el gesto. Tener íntimas convicciones franquistas y declararse demócrata es más habitual de lo que parece. Es el ámbito político por excelencia en el que se mueve el pensamiento de gran parte del PP, y de la derecha navarra, ni digamos. Y aquí es donde el agravio comparativo se vuelve tan cruel como injusto. Porque, si “el nacionalismo es incompatible con la democracia” (Vargas Llosa dixit), ¿cómo se puede ser demócrata teniendo convicciones franquistas?
Si esta derecha montaraz y este socialismo de salón exigen a los nacionalistas radicales que renuncien a la violencia para entrar en el club selecto de los demócratas, ¿cuándo pedirán lo propio a todas esas instancias, individuales y colectivas, que no han renunciado públicamente a su intrínseca ideología franquista? Al fin y al cabo, ¿por qué hemos de creer que los del PP son demócratas si en ningún momento renegaron de la dictadura más bestial e injusta que ha padecido España? Y de la Iglesia habría que decir lo propio: ¿cuándo la Conferencia Episcopal ha condenado el franquismo y su connivencia con dicho régimen?
Declararse nacionalista te convierte de hecho en sujeto sospechoso. En cambio, puedes ser el demócrata más estupendo de este mundo y seguir manteniendo íntimamente que el franquismo fue una etapa necesaria para salvar a España de la barbarie y del comunismo. Ya.
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