Un corazón dormido bajo el tejado
Un corazón dormido bajo el tejado
R. Montaner, Valencia
"Ahora estoy en Zaragoza, mañana no sé... pero cada día mejor". Esta frase se lee en una de las cartas que Manuel consiguió enviar a su madre y a su hermana Isabel, la madre de Sebastiana, desde la clandestinidad, gracias a las cuales supieron que había ingresado en la guerrilla.
Las cartas llegaban a Vilches a casa de un primo suyo, Jacinto, que era sastre, y éste se las llevaba a su tía escondidas en madejas de lana. Para burlar los frecuentes registros que sufrían por la noche - Sebastiana aún mantiene en la memoria la imagen de los guardias civiles buscando entre la paja-, escondían la correspondencia bajo las tejas del techo. Allí, debajo del tejado, durmió durante décadas el corazón de esta familia en el que latía la esperanza del reencuentro.
"Por la carta supimos que se había hecho guerrillero y la última que nos envió ya venía firmada como Manuel Torres Domínguez", la documentación falsa que le habían hecho con los segundos apellidos de sus padres y con la que fue enterrado "Nos decía que estaba cansado y que quería pasarse a Francia".
Sebastiana recuerda que cuando en el 64, como otras miles de familias andaluzas emigraron a Madrid, lo primero que le dijo su madre fue "¿Y ahora cómo nos va a encontrar mi hermano?". Allí moriría la abuela de Sebastiana con la pena de no saber nada de su hijo, "sus últimas palabras fueron "Manolo, Manolo, en un barco""
El vacío de la ausencia duró hasta que en 1989, continua, "mi madre ya no pudo más y me soltó ""Yo no he hecho nada por mi hermano"". Las dos se pusieron a buscar en archivos y libros, una lucha por saber les llevó hasta los archivos de la Guardia Civil que entonces dirigía Luís Roldán, donde les negaron cualquier información. Solo Lobatón consiguió que la Guardia Civil revelara el final de la historia.
R. Montaner, Valencia
"Ahora estoy en Zaragoza, mañana no sé... pero cada día mejor". Esta frase se lee en una de las cartas que Manuel consiguió enviar a su madre y a su hermana Isabel, la madre de Sebastiana, desde la clandestinidad, gracias a las cuales supieron que había ingresado en la guerrilla.
Las cartas llegaban a Vilches a casa de un primo suyo, Jacinto, que era sastre, y éste se las llevaba a su tía escondidas en madejas de lana. Para burlar los frecuentes registros que sufrían por la noche - Sebastiana aún mantiene en la memoria la imagen de los guardias civiles buscando entre la paja-, escondían la correspondencia bajo las tejas del techo. Allí, debajo del tejado, durmió durante décadas el corazón de esta familia en el que latía la esperanza del reencuentro.
"Por la carta supimos que se había hecho guerrillero y la última que nos envió ya venía firmada como Manuel Torres Domínguez", la documentación falsa que le habían hecho con los segundos apellidos de sus padres y con la que fue enterrado "Nos decía que estaba cansado y que quería pasarse a Francia".
Sebastiana recuerda que cuando en el 64, como otras miles de familias andaluzas emigraron a Madrid, lo primero que le dijo su madre fue "¿Y ahora cómo nos va a encontrar mi hermano?". Allí moriría la abuela de Sebastiana con la pena de no saber nada de su hijo, "sus últimas palabras fueron "Manolo, Manolo, en un barco""
El vacío de la ausencia duró hasta que en 1989, continua, "mi madre ya no pudo más y me soltó ""Yo no he hecho nada por mi hermano"". Las dos se pusieron a buscar en archivos y libros, una lucha por saber les llevó hasta los archivos de la Guardia Civil que entonces dirigía Luís Roldán, donde les negaron cualquier información. Solo Lobatón consiguió que la Guardia Civil revelara el final de la historia.
Etiquetas: archivo de la Guardia Civil, guerrilleros antifranquistas, Valencia
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