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Lugar: Buenos Aires, Argentina

Dedicado a los luchadores en la guerra civil española y en la postguerra en defensa de un mundo mejor, aquellos que defendieron un gobierno legítimamente constituído. A través de estos tres blog difundiré testimonios que forman parte de nuestra memoria histórica, escritos sobre los derechos humanos en la Argentina , en España, en Latinoamericana, experiencias del exilio y sobre todo aquello en lo que pueda ayudar a través de la palabra escrita en pos de luchar contra el silencio y el olvido que se cierne sobre la sociedad española de hoy. autorizaron a su publicación. Inés García Holgado

jueves, 6 de diciembre de 2007

LOPEZ RAIMUNDO GREGORIO NOTA XAVIER FOLCH EL PAIS

Muere Gregorio López Raimundo, un héroe de nuestro tiempo
Xavier Folch · · · · ·

18/11/07


Gregorio López Raimundo falleció ayer en Barcelona a los 93 años. Por deseo de la familia no habrá funeral público. Nacido en Tauste (Zaragoza), era sastre de profesión. Al estallar la Guerra Civil, se afilió al partido de los comunistas catalanes. En 1947 retornó clandestinamente a Cataluña. Detenido y torturado en 1951, fue expulsado del país tres años más tarde. En 1956 fue designado máximo responsable de la organización del PSUC en el interior y en 1965 secretario general. Apoyó las tesis eurocomunistas. Fue diputado a Cortes en tres legislaturas. En 1985 se retiró de la política activa. Casado con la escritora Teresa Pàmies, uno de sus hijos es el escritor Sergi Pàmies.

López Raimundo ha sido, con Joan Comorera, el dirigente más importante de la historia del PSUC. Luchador y militante de base en la guerra y el primer exilio, fue pieza básica en la reconstrucción clandestina del PSUC del interior. Ha dejado un testimonio magnífico de ese periodo en su libro de memorias Primera clandestinidad. Uno no sabe qué admirar más, si su heroica resistencia a la tortura de la policía cuando es detenido, o la inmensa paciencia de las pequeñas actividades cotidianas que pretenden erosionar a un enemigo mil veces más fuerte: el régimen franquista.


Siempre se ha dicho que llegó a la secretaría general del PSUC porque era el candidato favorito de Santiago Carrillo. Se trataba de que el PSUC fuera controlado desde la dirección del Partido Comunista de España a fin de evitar la repetición del caso Comorera, que acabó con el enfrentamiento entre los dos partidos.

Es probable que Gregorio López Raimundo coincidiera con ese objetivo. Pero, con el paso del tiempo, su sentido de la responsabilidad le llevó a desempeñar su cargo y su función de la mejor manera posible, con la máxima lealtad a su gente. Cuando le detuvieron por última vez, en 1975, después de ser puesto en libertad (recuerdo la emoción del momento en el antiguo Palacio de Justicia), declaró que el PSUC y el PCE eran como dos naranjas, no parte de una misma naranja. La frase parecía inocente, pero levantó ampollas porque afirmaba la personalidad y la independencia del PSUC. Me acordé entonces de Becket o el honor de Dios.

Vino luego la legalización del partido, su crecimiento, sus éxitos electorales, la llegada a las instituciones. Gregorio presidió todo ese proceso. Durante algún tiempo pareció posible construir un partido comunista democrático, o como se decía entonces, un "partido nacional y de clase", un "partido de lucha y de gobierno". El sueño se acabó en 1981. Lo que había costado tantos años construir, se destruyó en pocas semanas. Gregorio sobrellevó la amargura del trance con gran dignidad y reafirmado en sus convicciones.

Mirando hacia atrás, lo veo como un héroe de nuestro tiempo. Pero los héroes no son santos. Son, sí, hijos de su tiempo. Gregorio López Raimundo ha encarnado algunas contradicciones de los revolucionarios del siglo XX. Es el personaje de la canción de Raimon -"t'he conegut sempre igual com ara, els cabells blancs, la bondat a la cara"- y una de las escasas personas que visitó a Ramón Mercader, el asesino de Trotski, en su casa de Moscú. La última vez que le vi, a finales de septiembre, me propuso un libro -que será su último proyecto- donde demuestra el papel tan a menudo decisivo que jugó el PSUC en la lucha por la democracia. Le encontré con la lucidez de siempre, pero con la vitalidad y la movilidad muy disminuidas. Cuando le pregunté cómo se encontraba, me contestó sonriendo: "Tengo 92 años, un mal que no se cura".

Xavier Folch es editor y antiguo militante del PSUC.




El País, 18 noviembre 2007

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