CECILIA G. DE GUILARTE IN MEMORIAM
Míriam Vázquez – Lunes, 26 de Julio de 2010
ÉRASE una mujer a una máquina de escribir pegada. Una máquina y un trabajo superlativos, con permiso de Quevedo y de las rimas de su conocido soneto. Érase una vez una periodista de guerra vasca de 20 años, que, paradójicamente, detestaba los conflictos, y que se sumó al batallón anarquista de Los Temerarios para seguir desde la primera línea el avance de la Guerra Civil. Un episodio con el que comenzó su andadura en el frente, y con el que recibió la primera estocada: la muerte, en el mismo batallón, de su hermano Félix, a los 17 años de edad. Érase que se era una historia de exilio, estancias en habitaciones gélidas y mesas de exiliados con un solo café para cinco personas. Una historia que termina con el regreso a Euskadi. Con la dictadura de Franco aún presente. Cuando ni siquiera muchos de los que habían compartido filas con su marido osaban tenderles la mano.
Es la historia de la valentía de Cecilia G. de Guilarte (anarquista nacida en Tolosa el 20 de diciembre de 1915, y fallecida el 14 de julio de 1989 en la misma localidad), el único cuaderno portado por una mujer entre las filas de fusiles de las trincheras del frente norte. La única reporter de guerra -por emplear el término de la época- de la cornisa cantábrica, descubierta por la Asociación Sancho de Beurko durante la investigación del batallón disciplinario ubicado en Portugalete, gracias a su vínculo con su comandante, el socialista Amós Ruiz Girón, marido de la escritora. Hasta hace dos años, había sido conocida por sus ensayos y novelas, más que por sus reportajes. Los textos, compilados por Guillermo Tabernilla y Julen Lezamiz en Cecilia G. de Guilarte, reporter de la CNT -Ediciones Beta-, han sido recordados este mes en el vigesimoprimer aniversario de su muerte, con una conferencia en Donostia.
Hija de un trabajador anarquista de la papelera de Tolosa y de una mujer que, bajo el prisma actual, podría considerarse feminista, Guilarte tuvo, además, una educación religiosa, y publicó su primer escrito a la temprana edad de once años. En 1935 pasaría a trabajar para la madrileña Estampa, si bien el golpe de Estado de 1936 la condujo por los derroteros del periodismo de guerra. Tras su labor en la publicación Frente Popular en Gipuzkoa, recaló en la vizcaina CNT Norte -hasta el fin de la guerra en 1937 en ese frente-, donde obtuvo exclusivas como “la única entrevista con un aviador alemán” -Karl Gustav Schmidt-, o la cita con un prisionero italiano del Corpo di Truppe Volontarie, capturado en la batalla de Sollube en mayo de 1937, según destaca Lezamiz a DEIA.
A pesar de las duras vivencias, su hija Ana Mari Ruiz explica a este periódico que no era de las mujeres que miran atrás. Miraba al futuro. Por ello, los pocos pasajes sobre la guerra que salían de su boca había que recogerlos en las tertulias que organizaba la periodista en su casa. Como el referente al paso de su esposo por un campo de concentración en el Estado francés, mientras ella permanecía en una habitación alquilada en Biarritz. “Fue durísimo porque esa habitación tenía mucha humedad, así que tuvo que pasarse los días enteros metida en la cama con mi hermana pequeña del frío que pasaban. No tenían comida, y veían que la señora de la casa le daba un plato de leche al perro. ¡Y ellas no tenían ni leche! Cuando se reunían los vascos en los cafés de Biarritz, pedían un café para cinco”, relata.
Durante su exilio en México -hasta 1964-, los problemas continuarían pese al positivo recibimiento presidencial. “Los antiguos emigrantes españoles, que llegaron al país antes de la guerra, eran muy de derechas, y ponían todo su empeño en que los rojos no fueran a México. Algunos mexicanos preguntaban por qué iba tanto español a quitarles el trabajo, pero lo más duro es que tus compatriotas no quieran verte”, recuerda.
Ana Mari, que no concibe en su mente una imagen de su madre separada de su máquina escribir, guarda dos álbumes repletos de contactos de políticos e intelectuales a los que entrevistó su madre. Rememora también dos fotografías con el lehendakari Aguirre. Una de ellas, en un banquete, libreta en mano, tomando nota de las palabras del jeltzale. Contactos como los que mantuvo con el exilio vasco, asistiendo a los conciertos de su amiga Emiliana de Zubeldia, o a las exposiciones de Karle Garmendia. Además, fundó la Revista de la Universidad de Sonora, centro en el que también trabajaban sus compañeras, y laboró en Euzko Deya.
SUS ENTREVISTAS EN la guerra A pesar de las “náuseas” que le generó su trabajo en el frente, y de clamar a favor de la educación para que jóvenes de veinte años no tuvieran que volver a dejarse la vida en ninguna guerra, sus escritos se alejaban del dramatismo o de la exaltación. Todo ello, pese a sus duras entrevistas. Como la del piloto alemán, capturado después de que los republicanos abatieran su avión el 4 de enero de 1937. Su compañero fue descuartizado, mientras él fue destinado al batallón disciplinario de Amós Ruiz, después de que la población asaltara en masa las cárceles para acabar con la vida de los derechistas. Quizás por eso, a Schmidt no le interesaban demasiado las preguntas de Guilarte. Se limitaba a contestar formulando otro interrogante. Siempre el mismo. “¿Me van a matar?”.
Una situación similar a la que se enfrentó en su cita con un prisionero italiano que se justificaba asegurando que era un campesino, y que en Italia se moría de hambre. La periodista condensó la sinrazón de toda guerra en dos frases. “Es la Italia que ha venido a España. La Italia que muere en España, por no morir de hambre en su tierra”.
http://www.deia.com/2010/07/26/politica/una-libreta-de-mujer-entre-fusiles
Etiquetas: batallón anarquista de Los Temerarios, Cecilia G. de Guilarte, periodista de guerra vasca
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