CUESTION DE DIGNIDAD por CANDIDO MARQUESAN
Cuestión de dignidad
Que los dirigentes del PP muestren tal animadversión hacia la Memoria Histórica, nos debería preocupar.
11/09/2008 CÁNDIDO Marquesán
Esta noticia pertenece a la edición en papel.
Todo lo que está pasando en España en relación a la Memoria Histórica me produce un profundo malestar. Entraba en lo previsible que la iniciativa del juez Garzón de reclamar información a las instituciones, Gobierno, Conferencia Episcopal, algunos ayuntamientos, más de 20.000 parroquias..., sobre los fallecidos como consecuencia de la Guerra Civil de hace 70 años, originase reacciones de toda especie: desde los entusiastas a los descalificadores. Que un numeroso conjunto de personas quieran dar a los cuerpos de sus ascendientes, que reposan todavía en cunetas, descampados o junto a tapias de cementerios, una digna sepultura, y un legítimo reconocimiento, les parece inadecuado a determinados sectores de la derecha española. Estos presentan diferentes argumentos: que se reabrirán heridas, que en ambos lados se cometieron desmanes; o que hay que mirar hacia adelante. Dirigen sus dicterios a Garzón, acusándole de afán de protagonismo, y a Rodríguez Zapatero, de tratar de ocultar la crisis con esta cuestión que no interesa a nadie. Que los dirigentes de un partido con más de 10 millones de votos, que se quiere equipar a la derecha europea, muestren tal animadversión hacia la Memoria Histórica, a todos los que nos sentimos demócratas nos debería producir una honda preocupación.
Entiendo que si nuestra democracia está plenamente asentada, tras un período de transición, que hemos pretendido presentarlo como modélico y exportable a otras latitudes, no debería tener problema alguno para digerir nuestro pasado por duro y tenebroso que este haya sido. La verdad por encima de todo. Sudafricanos, chilenos, argentinos, rusos, por poner ejemplos, nos han dado una contundente lección.
Pretendo exponer los acontecimientos de ese pasado tenebroso, sin ocultar nada. La mentira o el ocultamiento de la verdad no pueden ser cimientos firmes para construir una sociedad democrática.
Es cierto que entre los republicanos hubo una represión injustificada sobre terratenientes, sacerdotes, políticos de derechas. Mas, fue diferente en ambos bandos. Uno de los motivos por los que triunfó el golpe fue por la extrema violencia con que fue acometido por los rebeldes y las contundentes amenazas hacia quienes no lo apoyaran. El general Queipo de Llano, en uno de sus mensajes a la prensa, el 24 de julio de 1936, lo dejaba claro: "¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen con uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré". El general Mola, en sus instrucciones de 25 de mayo de 1936 decía: "Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo".
En la zona republicana, las muertes se produjeron a pesar de los esfuerzos de las autoridades (República, Euskadi, Generalitat) por impedirlas, en cambio en la zona nacional recae sobre las autoridades la responsabilidad directa y expresa, tanto de los fusilamientos como de los paseos. De Barcelona zarparon barcos enteros, franceses e italianos sobre todo, pero también de otras nacionalidades, fletados exclusivamente para evacuar personas amenazadas, pero, como ha dicho Joseph Benet, "de la zona rebelde no salió ningún barco".
El dirigente del PSOE Indalecio Prieto, en El Socialista, el 9 de agosto de 1936, intentaba parar la represión iniciada en territorio republicano: "Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que está ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos...no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra..ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa..¡ No los imitéis!". O también Azaña en La velada de Benicarló, escrita 2 semanas antes de los acontecimientos del 37: "Con una diferencia importante. En esta zona, las atrocidades cometidas en represalia de la sublevación, o aprovechándola para venganzas innobles, ocurrían a pesar del Gobierno, inerme e impotente, como nadie ignora, a causa de la rebelión misma. En la España dominada por los rebeldes y los extranjeros, los crímenes parten de un plan político de regeneración nacional, se cometían y se cometen con aprobación de las autoridades". Estas claras diferencias las corroboran historiadores nacionales como Julián Casanova, Santos Juliá, Reig Tapia e internacionales como Paul Preston, Helen Graham.
Además, la represión ejercida por los rebeldes no acabó con la guerra. El régimen estableció la Causa General, que se puede definir como todo lo contrario de las actuales comisiones de la verdad creadas en varios países del mundo. En la Causa General poco importaba la verdad y la reconciliación. De lo que se trataba era de castigar a los rojos, aunque se hubiera de adulterar la verdad. Tarea a la que se prestaron miles de españoles denunciantes por convicciones políticas, prejuicios sociales, oportunismo o miedo.
Y qué decir de la Ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas. Una auténtica aberración jurídica. De lo que se trata es justificar jurídicamente la persecución a la disidencia. Acusar de subversión a aquellos que defienden el régimen democrático vigente, no deja de ser lamentable. Y aquellos que se sublevan son los que dictan la ley.
Y qué decir del hecho, menos conocido, de que Franco no puso reparos cuando los nazis le propusieron despojar de la condición de prisioneros de guerra a los miles de republicanos que se hallaban en su poder, accediendo de este modo a que estos españoles fueran enviados de los stalags (campos de prisioneros de guerra) a los campos de concentración. Fue esta negativa del régimen de Franco a reconocer la nacionalidad española de los prisioneros lo que abrió la vía a la deportación. En efecto, el régimen nazi anunció su política durante la visita a Alemania de Serrano Suñer. Los republicanos españoles fueron recluidos en campos de concentración, en los que murieron unos 10.000.
Produce pavor y escalofrío comprobar que España estuviera 40 años en manos de personas de esta catadura. Todo esto ocurrió y debemos conocerlo. Como que todos estos represaliados sean reconocidos como merecen y descansen en paz en una tumba, que lleve su nombre. No es pedir tanto. Profesor de instituto
Etiquetas: Baltasar Garzón, beneficiarios de ley de memoria historica, Franco abrir heridas, heridas abiertas, represion franquista, represion republicana, transicion democratica
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