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GERARDO RIVAS
03/12/2008
La Constitución cumple 30 años, si fuera víctima del franquismo, se vestiría de luto; si fuera franquista, de carnaval
Los aniversarios de nuestra vigente Carta Magna son siempre motivo de alegría. No cabe duda de que el balance de su existencia ha sido claramente positivo para la ciudadanía de este país. No obstante, estos cumpleaños traen también a la memoria el recuerdo del momento histórico en el que aquélla fue gestada y, de aquí, deviene alguna grave secuela que aún perdura y que ensombrece el acontecimiento.
Después de una guerra civil y de 40 años de dictadura, España se encontraba en una situación en la que había un gobierno que procedía de esa dictadura; un Jefe del Estado a título de Rey, también nombrado por esa dictadura; y una oposición democrática que tenía sobrada legitimidad desde el punto de vista de los principios, pero que carecía de fuerza para imponer sus posiciones y acabar con el armazón, la maquinaria y los signos del régimen franquista. En el consenso de las fuerzas políticas para lograr la transición a la democracia se dejó aparcada, porque primó el realismo y los intereses de los ciudadanos, la condena a ese régimen y el reconocimiento a todos los que durante él fueron perseguidos, represaliados, exiliados, torturados o asesinados.
Pasaban los años y este país seguía en deuda con las víctimas del franquismo, cuando en el año 1996 la derecha, heredera de aquella que se impuso por la fuerza de las armas, accedió al gobierno de la nación con el apoyo de los votos. Y en ese mismo año, cuando la Constitución cumplía su mayoría de edad, el portavoz del nuevo gobierno lo celebró diciendo aquello de “la Constitución es mayor de edad; si fuera mujer, se vestiría de largo; si fuera hombre, iría a votar”. Pero no, no fue una frase desafortunada, fue la tarjeta de presentación, la confirmación de que la derecha de este país no se había reciclado. Era, desgraciadamente, la misma derecha de siempre. Machista, casposa e irrespetuosa con la Ley de leyes que había permitido, después de muchos años, la convivencia tranquila y democrática entre los españoles.
Pero esto no era mas que el presagio de lo que quedaba por venir. Cuando la izquierda accede de nuevo al poder en el año 2004, convencida de que el país está, por fin, preparado para redimir su deuda con las víctimas del anterior régimen dictatorial, promueve una ley para tratar de restañar las viejas heridas. Ocurre, que a pesar del tiempo transcurrido, éstas permanecen aún abiertas porque han sido parte sustancial de la herencia recibida, durante estos largos años, por muchos españoles.
Pero las herencias van por barrios, y los sucesores físicos e ideológicos de los que apoyaron aquel régimen, envalentonados porque piensan que la factura de la historia ha prescrito, se revuelven en su particular y peculiar limbo e intentan boicotear por todos los medios el reconocimiento a los que, durante tantos años sufrieron el desprecio de la sociedad por haber sido leales a una digna causa a costa, incluso, de sus propias vidas.
Mientras que este resarcimiento no se produzca y hasta que no exista en este país una derecha que se desvincule clara y rotundamente del régimen que nos llevó a la época más negra de nuestra reciente historia, la celebración del aniversario de la Constitución vestirá de luto a los que supieron perdonar con generosidad para lograr que aquella Ley fuera posible. Así, que los que recibieron su perdón y ahora se visten de carnaval para celebrarla, que sepan que el disfraz con el que tratan de ocultarse, antes que encubrirles, delata su cicatería y su mezquindad.
Sería deseable que la actitud de algunos, por el bien de la convivencia de todos, estuviese a la altura de nuestra ya adulta Carta Magna. Para ella, feliz 30 aniversario.
Gerardo Rivas Rico es Licenciado en Ciencias Económicas
Etiquetas: 30 años de la constitucion española, delitos de lesa humanidad, transicion democratica
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