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Lugar: Buenos Aires, Argentina

Dedicado a los luchadores en la guerra civil española y en la postguerra en defensa de un mundo mejor, aquellos que defendieron un gobierno legítimamente constituído. A través de estos tres blog difundiré testimonios que forman parte de nuestra memoria histórica, escritos sobre los derechos humanos en la Argentina , en España, en Latinoamericana, experiencias del exilio y sobre todo aquello en lo que pueda ayudar a través de la palabra escrita en pos de luchar contra el silencio y el olvido que se cierne sobre la sociedad española de hoy. autorizaron a su publicación. Inés García Holgado

viernes, 20 de marzo de 2009

El campo de Albatera, 70 años después


EL CAMPO DE ALBATERA, 70 AÑOS DESPUES
San Isidro, 14 de marzo 2009



CUATRO MOMENTOS DE LA JORNADA

La traquilidad de la pequeña localidad alicantina de San Isidro fue rota en la mañana del sábado por la presencia de una multitud de personas portadoras de banderas republicanas, escarapelas que se dirigían al centro social, sede de la II Jornada en torno al Campo de Concentración de Albatera. Lleno total del amplio local.


La intervención de Marcos Ana, uno de los expresos del franquismo con mayor tiempo de condena cumplida, tras evocar su fugaz estancia en el campo de Albatera, tras una estratagema que le valió salir en libertad, pasó por una amplia descripción de sus relaciones con la "crème" intelectual de la República en el exilio, así como con insignes intelectuales de renombre universal, con los que mantuvo una estrecha relación. Igualmente pasó revista a úna prolija relación de viajes y actividades que han reclamado su participación en numerosos países y continentes, dando fe de su inagotable actividad y haciendo profesión de la necesidad de perdonar a los que tanto hicieron sufrir. El moderador mencionó al cerrar la intervención, que el autor de "Decidme como es un árbol", había sido distinguido como candidato al premio "Príncipe de Asturias 2009", noticia que fue recibida con numerosos aplausos y no pocas caras de sorpresa o de descontento entre los presentes. La intervención de una exliada de 92 años se ganó al público con su ferviente fe republicana. Luís Estañ, a sus 93 años superviviente del KZ de Mauthausen, sorprendió a los asistentes por su buen humor, su optimismo ante las adversidades y su adversión al rencor. A media mañana, se realizó una breve marcha hasta los terrenos en donde estuvo instalado el Campo de Concentración. La caseta de cocina de la guardia del campo de concentración de albatera, es la única instalación que queda en pie del campo de concentración de Albatera, un árido saladar abrasado por el sol levantino, unico techo que tuvieron los 14.000 republicanos que sufrieron cautiverio en el, entre abril y octubre de 1939. Tras una comida popular en el gran parque adyacente, se proyecto la película "La isla de Chelo", de Odette Martínez, un documental sobre una tristísima historia de amor entre una enlace y un guerrillero antifranquista, rodeada de un ambiente de extremada violencia ejercida por los represores en las profundidades del bosque cantábrico.

Las intervenciones de historiadores y protagonistas se prolongaron en sesiones de mañana de y tarde, registrándose un lleno absoluto en el magnífico y amplio centro social del ayuntamiento de San Isidro, municipio en el que se sitúan los terrenos que ocupó aquel terrible campo de prisioneros.

Al término del acto de homenaje, se dio lectura al Manifiesto de las II Jornadas ante el monumento que la CNT-AIT levantó en la misma entrada del campo.


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ALBATERA

EPILOGO Y PROLOGO



MANIFIESTO DE LA II JORNADA EN TORNO AL CAMPO DE ALBATERA,



SABADO 14 DE MARZO DE 2009





Enclavado al sur de aquel “levante feliz”, durante mil días frente y retaguardia del único país europeo que se defendió con las armas en la mano frente a la invasión fascista, el Campo de Albatera se ha constituido, hermanándose con otros similares repartidos por toda España, en un referente histórico, geográfico e ideológico, de quienes reconocen que no existiendo una única Memoria Histórica, pues cada sector social tiene la suya, sí hay una capaz de ser asumida por todos los españoles, o al menos por todos los españoles demócratas: la Memoria Histórica Democrática y Antifascista. Aquella que convierte la mirada retrospectiva de la Historia en didáctica de las consecuencias a que conducen las ideologías totalitarias y excluyentes, desde una valoración basada en la superioridad moral de nuestros valores democráticos, aquellos en los que nuestros padres, abuelos y bisabuelos, creyeron y por los que lucharon, sufrieron y muchos, murieron. Hablamos de la misma Memoria que actualmente está social e institucionalmente asumida por las naciones que sufrieron la dominación nazifascista, y que a través de la educación y por iniciativas transversales promovidas por las instituciones, se ha trasladado a la conciencia colectiva formando parte de ella, por lo que significó y significa como ejemplo de una actitud colectiva, resuelta y valiente, frente a la opresión totalitaria.



La Memoria de los pueblos se consolida así con el conocimiento de los hechos, hilvanándolos cronológicamente con el protagonismo de sus personajes y cuando ello es posible, como nos sucede aquí a nosotros, con la contemplación del paisaje geográfico en el que se produjeron los acontecimientos, enmarcando episodios como el del final de la guerra civil y el comienzo de la dictadura franquista, eslabones consecutivos que han determinado una historia tan inmediata, que sus efectos podemos sentirlos y palparlos con solo prestar atención a la prensa de hoy.



El marco, el que fue escenario dantesco de aquel epílogo de la guerra civil, lo estamos pisando en estos momentos. Si fuese verdad que las voces que un día se alzaron al infinito nunca se pierden, hoy estarían siendo devueltas desde el eco de ayer para quién quiera escucharlas. Si afinásemos el oído con la suficiente sensibilidad, seríamos capaces de escuchar, entre los gritos desgarrados, entre las voces desesperanzadas de aquellos miles de republicanos recluidos entre alambradas en esta antesala del infierno, la voz de un preso que podría representar ante nosotros todo el universo de sentimientos personales vividos en este símbolo de la iniquidad de los vencedores sobre el que nos encontramos. Hablamos de uno de aquellos presos, Max Aub, un intelectual republicano, español de pro, orgulloso de sentirse al propio tiempo, francés, judío, alemán y demócrata universal, que quiso concentrar en su libro “Campo de almendros” aquel vertiginoso y trágico episodio que trasladó, desde el derrumbe provocado de los frentes de combate hasta las orillas del Mediterráneo, el éxodo apocalíptico de decenas de miles de combatientes republicanos, hasta la encerrona vergonzosa del Puerto de Alicante, hace ahora setenta años.



De entre los miles de apresados en este Campo, pocos como Max Aub nos han legado de una forma más nítida y rigurosa aquella vorágine de acontecimientos, poniendo voz a los protagonistas y plasmando con lucidez literaria y probidad histórica, los cómos y los porqués de aquel final wagneriano de una República asediada por ocho años de celadas. Aquel “Campo de almendros” se fundió con el de Albatera en los albores de la primavera levantina, y se enlaza ahora en el recuerdo con otros grandes campos como el de Castuera, Miranda de Ebro, León, etc., configurando un horizonte de alambradas tras las que divisamos aquellos rostros demacrados por el hambre y el sufrimiento de la derrota, ofreciendo un siniestro mosaico de recuerdos, que no solo no conviene olvidar, si no que tienen que ser recuperados, conservados y difundidos, como una singular señal de alerta para quienes, inconscientemente, piensan que la libertad ha estado siempre ahí quedando asegurada de por vida, permitiéndoles dormir tranquilos, sin sospechar lo cerca que estamos de ir perdiéndola a pasos agigantados, en nombre del orden, de la seguridad o la paz.



Algunos de los presentes han participado presencialmente, o como espectadores a través de los medios de comunicación, en actos conmemorativos, para recordar y honrar a aquellos hombres y mujeres caídos en el campo de batalla o en los campos del horror: desde el Memorial de Caen en Normandía hasta los espectrales campos de la muerte en Auswichtz o Mauthausen. Hemos visto allí a jefes de estado, a presidentes de gobierno, hacer público y solemne, entre las banderas bajo las que cayeron sus compatriotas, el reconocimiento institucional de su valentía, su coherencia o sacrificio. Hemos escuchado a la canciller alemana Angela Merkel decir que “los muertos de Normandía son también nuestros muertos”.



No han sido gestos de formalidad acartonada, si no al contrario: sus palabras han venido precedidas de un reconocimiento jurídico con medidas reparadoras que, tras declarar ilegales a los regímenes que combatieron o que asesinaron a sus conciudadanos, sentenciaron como ilegales e ilegítimos a sus tribunales represores y nulas sus resoluciones, llevando su coherencia a la persecución penal de los culpables, por mandato del principio universal de retroactividad e imprescriptibilidad que entrañan tales delitos, haciendo suya la demanda irrenunciable de las víctimas y de sus descendientes, de Verdad, Justicia y Reparación, deberes que el gobierno español está ignorando a sabiendas, haciendo caso omiso de unas leyes vinculantes y en vigor, suscritas y ratificadas por el estado español.



Por eso y llegados a este punto, nosotros nos preguntamos ¿de quién son los muertos de Albatera?, ¿de quién son los muertos republicanos caídos en las batallas de Brunete, Belchite, Jarama, Guadalajara, Madrid, Teruel, del Ebro y tantas otras? ¿De quién es la Memoria de los republicanos caídos luchando en la II Guerra Mundial, por la liberación de Europa de las garras del nazismo? ¿De quién es la Memoria de los asesinados en los demás campos de concentración y exterminio del franquismo? ¿A quién corresponde que se haga justicia a los decenas de miles españoles que consumieron sus años de juventud en las infames cárceles de Franco? ¿A quién corresponde el honor de promover su recuerdo y ejemplo? ¿a sus familias? ¿a los historiadores? ¿solo a los republicanos?. Nosotros pensamos que la Memoria Democrática y Antifascista de España es de los españoles, es de todos los demócratas, sin embargo miramos a nuestro alrededor y no vemos entre nosotros a ningún alto representante de la nación, de la llamada “monarquía parlamentaria”, de sus fuerzas armadas, ni de los poderes del estado, porque no quieren, no saben o no pueden liderar ni compartir con nosotros, el honor de este homenaje quiénes se erigen ante sí mismos como “representantes del pueblo” y en momentos como este de tanto significado, se olvidan de el. Aquí estamos y no los vemos. Nos sucede quizás, como a tantos que nos dejaron con la desazón clavada en sus almas, “que seguimos esperando a que lleguen los nuestros para saber quienes son”.



Ya nos advirtió Max Aub, de que así como la libertad no reconoce fronteras, los totalitarismos se extienden traspasando montañas y ríos, saltando sobre el tiempo hasta el presente, revistiéndose cínicamente de modernidad y llegando incluso a arrebatar el lenguaje de libertad y progreso a aquellos a quiénes se la roban. Max Aub y sus compañeros de batalla y cautiverio, fueron testigos de aquella operación de exterminio físico y moral que siguió a la contienda, enviando a través de su obra un mensaje al futuro, un aviso que hoy y aquí interpretamos al evocar aquellos hechos, para que no se conviertan al paso de los años en un desvaído retrato amarillento, de pesadillas o añoranzas por la ocasión perdida, si no que lo recibamos como una lección, como un revulsivo que nos impulse a la acción, para no hacer estéril el inmenso caudal de energías positivas, -diríamos que heroicas- que llevaron a aquellos luchadores a enfrentarse a la adversidad en una guerra injusta y a morir o a intentar sobrevivir en una aciaga posguerra, que solo se extinguió con el ocaso y horrible agonía de aquel tirano.



Han transcurrido treinta y cuatro de la muerte del mayor criminal de nuestra Historia, hemos asistido a una Transición tejida con pactos insidiosos, en la que la alternativa a un franquismo sin Franco era una democracia con Rey. Aquellos que hoy son elevados a los altares por el liberalismo más ruin, hurtaron al pueblo decidir libremente sobre la forma del Estado. Se indujo a los españoles, bajo el chantaje de tan falaz alternativa, a ratificar con formalidades torticeras, al heredero nombrado por Franco, haciendo de él su mejor albacea para que aquel “atado y bien atado” adquiriese todo su sentido. Así es como el primer jefe de las fuerzas armadas, que se constituye en garante de la Constitución, se ha negado a jurarla para no contradecir su eterno compromiso de fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás leyes de su mentor político. Un Jefe del Estado generalísimo de los Ejército ungido por Franco y consagrado por los padres de la Transición.



Frente a los taxidermistas de la Memoria, que pretender fosilizarla y cortar todo hilo conductor con el presente, bajo el amparo de la socialdemocracia en el poder y en sus entornos, están quiénes se sienten persuadidos de que la Memoria de las víctimas del campo de Albatera y de todos los campos y prisiones franquistas de España, no solo reclama nuestra fidelidad en el recuerdo, si no nuestra entrega a la causa por la que sufrieron y murieron: la causa de la República, democrática, pacífica e igualitaria. Una República, la Tercera, cuyo máximo representante, elegido por el Pueblo y no por designio de los genes, estará a nuestro lado en estos actos, haciendo suya -con nosotros- aquel llamamiento a defender activamente los ideales republicanos y que será siempre “Por vuestra libertad y por la nuestra”.

San Isidro, 14 de marzo de 2009



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