MANUEL MULERO GARRIDO
“Carta a mi padre” de su hijo JOSE ANTONIO MULERO CARDERO
Ciertamente, no conocí físicamente a mi padre, sin embargo, de él, a mis hermanos y a mí, nos hablaba constantemente mi madre cuando niños, primero con su pronto y deseado regreso de la cárcel donde el odio le tenía recluido, y una vez muerto, de su diaria lucha antes de la guerra por allegar el sustento para su esposa y ocho hijos. Y con el pesar de dejar a su familia desvalida, se fue de este mundo, en la cárcel de Palencia, en medio de grandes cuajarones de sangre, un 1º de mayo de 1942. Allí llevaba 5 años, desde la caída de Santander, en cuya defensa luchó.
Mi padre se llamaba Manuel Mulero Garrido, nació en el año 1893, en el pueblo de Burguillos del Cerro, provincia de Badajoz. Rebelde al yugo de siglos, no quería seguir siendo porquero, es decir, pastor de los cerdos del amo, para cuyo destino, junto con el analfabetismo le tenían predestinado. Trabajó en la minas de cobre en Riotinto, y después pasó a Francia, de donde regresó para no verse involucrado en la Primera Guerra Mundial.
De vuelta en España, encontró trabajo en las minas de carbón que en mi pueblo se explotaban desde 1848, Barruelo de Santullán, provincia de Palencia. donde conoció a mi madre, donde se casaron, crearon familia y construyeron con sus propias manos una casita de adobes.
Una casita de adobes
tenemos que construir.
En ella, tu y yo seremos
una pareja feliz.
Amándonos soñaremos:
el poderla compartir con
hijos que allí tendremos.
En ella quiero morir.
Mi padre no entendía de política. Salía de la mina cada día, y se ponía, junto a mi madre a fabricar adobes de tierra prensada para levantar la casa que, hoy tanto me habla de él. Cuando no, se iba al monte a pastorear sus dos vacas y dos cabras, para con su leche alimentar a la familia. Cuando no, a cultivar de patatas un trozo de tierra alquilada. Solo la tarde del domingo se juntaba con unos amigos a tomar unos vinos y jugar a cartas. Esa era su vida. Su delito fue, haberse afiliado al sindicato UGT, y no quedarse en el pueblo al producirse la sublevación, tomado a primera hora por los rebeldes, e irse a defender la causa proletaria. Y por eso le encarcelaron y mantuvieron en presidio hasta su muerte, pasando hambre, fríos y malos tratos
Así que, no es difícil para mí seguir sus huellas, aún hoy. Bástame mirar a cualquiera de aquellos adobes de la casa, todavía en pie, o pasear por los senderos que él pisó, y ya siento su presencia, y hasta siento que me transmite su fortaleza, la que siempre utilizaré en honrar su memoria, y la de tantos como él, cuyos pecados fueron haber nacido pobres, sí, pobres pero orgullosos de su condición de hombres que quieren ser libres.
Ciertamente, no conocí físicamente a mi padre, sin embargo, de él, a mis hermanos y a mí, nos hablaba constantemente mi madre cuando niños, primero con su pronto y deseado regreso de la cárcel donde el odio le tenía recluido, y una vez muerto, de su diaria lucha antes de la guerra por allegar el sustento para su esposa y ocho hijos. Y con el pesar de dejar a su familia desvalida, se fue de este mundo, en la cárcel de Palencia, en medio de grandes cuajarones de sangre, un 1º de mayo de 1942. Allí llevaba 5 años, desde la caída de Santander, en cuya defensa luchó.
Mi padre se llamaba Manuel Mulero Garrido, nació en el año 1893, en el pueblo de Burguillos del Cerro, provincia de Badajoz. Rebelde al yugo de siglos, no quería seguir siendo porquero, es decir, pastor de los cerdos del amo, para cuyo destino, junto con el analfabetismo le tenían predestinado. Trabajó en la minas de cobre en Riotinto, y después pasó a Francia, de donde regresó para no verse involucrado en la Primera Guerra Mundial.
De vuelta en España, encontró trabajo en las minas de carbón que en mi pueblo se explotaban desde 1848, Barruelo de Santullán, provincia de Palencia. donde conoció a mi madre, donde se casaron, crearon familia y construyeron con sus propias manos una casita de adobes.
Una casita de adobes
tenemos que construir.
En ella, tu y yo seremos
una pareja feliz.
Amándonos soñaremos:
el poderla compartir con
hijos que allí tendremos.
En ella quiero morir.
Mi padre no entendía de política. Salía de la mina cada día, y se ponía, junto a mi madre a fabricar adobes de tierra prensada para levantar la casa que, hoy tanto me habla de él. Cuando no, se iba al monte a pastorear sus dos vacas y dos cabras, para con su leche alimentar a la familia. Cuando no, a cultivar de patatas un trozo de tierra alquilada. Solo la tarde del domingo se juntaba con unos amigos a tomar unos vinos y jugar a cartas. Esa era su vida. Su delito fue, haberse afiliado al sindicato UGT, y no quedarse en el pueblo al producirse la sublevación, tomado a primera hora por los rebeldes, e irse a defender la causa proletaria. Y por eso le encarcelaron y mantuvieron en presidio hasta su muerte, pasando hambre, fríos y malos tratos
Así que, no es difícil para mí seguir sus huellas, aún hoy. Bástame mirar a cualquiera de aquellos adobes de la casa, todavía en pie, o pasear por los senderos que él pisó, y ya siento su presencia, y hasta siento que me transmite su fortaleza, la que siempre utilizaré en honrar su memoria, y la de tantos como él, cuyos pecados fueron haber nacido pobres, sí, pobres pero orgullosos de su condición de hombres que quieren ser libres.
Etiquetas: desaparecido de la guerra civil española, fusilamientos, minero
2 comentarios:
Por lo que tus letras significan, por lo que tienen de cierto, por lo mismo y siempre, he tenido que llorar y pensar que no han cambiado tantas cosas.Doy las gracias por ver que hay personas que no renuncian a sus principios, que son honestos, y que saben hablar desde la verdad, sin mostrarse nunca agresivos....a mi me cuesta tanto......
Soy francès y vengo de leer "Noches sin almanecer".
Busco documentacion y informaciones sobre las huelgas de octubre 1934 en Branosera. En la foto la mas famosa de esta epoca, esta mi abuelo
Como puedo entrar en contacto con usted ?
Robert MARTIN
robertmartin.34@orange.fr
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